La generación del CAOS

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Estamos en Londres del ’77. Con la cesantía al alza, los ultraderechistas del National Front capitalizan el descontento social en las urnas. Es la misma coyuntura que ve nacer a bandas como The Clash y Sex Pistols, y al incipiente movimiento punk que poco a poco comienza a delimitar sus fronteras.

En Chilepunk.cl te presentamos la primera parte de un fragmento del libro (*) “Génération Chaos. Punk, New Wave. 1975-1981” (París, Éditions Denoël, 2008), de Christophe Bourseiller.

Traducido libremente del francés para Chilepunk.CL por Sopalajo de Arriérez y Torrezno

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Londres

Antifascistas, antiracistas y no-violentos

Paradojal apogeo. La revolución cultural de 1977 coincide con la explosión de un mercado comercial. Las casas de discos hacen firmar a todos los grupos que pasan, reuniéndolos de manera artificial bajo la ola autoadhesiva de “punk” o “new wave”.

¿Son punks los Boomtown Rats, que practican un rock mezclado con rhythm and blues? ¿Son punks Elvis Costello o Ian Dury, que componen bellas letras de canciones? ¿Son punks los Stranglers, que parecen oscilar entre el pub rock y un énfasis cercano a los Pink Floyd? ¿Es punk Tom Robinson, que declama un rock tan espontáneo como militante? ¿Son punks los poetas americanos Willie Alexander, Jim Carroll o Willie DeVille?

La profusión de etiquetas mantiene la confusión.

La crisis de los Sex Pistols y el despliegue punk provocan, sin embargo, la aparición de una tendencia inédita, que irá pronto a dominar el movimiento.

1977 es el año de la crisis económica. La cesantía es endémica y el National Front progresa en cada elección, alcanzando a veces el 10%.

Es entonces que una organización trotskista, el Socialist Workers Party de Tony Cliff, decide apoyar a los elementos más radicales de la ola punk. El colectivo Rock Against Racism encarna esta nueva vía. El frente cultural antifascista reúne en algunos meses una fracción creciente. El punk se enraíza a la izquierda.

A partir del otoño de 1977, se ven mohicanos frecuentar el medio reggae. Los punks blancos se asocian con los rastas negros y organizan conciertos comunes. De un lado, Generation X o los Slits, del otro, Steel Pulse o los Cimarrons.

Clash se ubica a la punta de esta corriente, anclada a partir de ese momento en la realidad social. En 1977, el grupo realiza el single “Complete Control” con un productor jamaicano, Lee “Scratch” Perry. El álbum The Clash, que aparece durante el otoño, contiene al fin un surco semi-punk semi-reggae, el cover de una canción de Junior Murvin: “Police and Thieve”.

A diferencia de los Sex Pistols, que se ubican dentro de posiciones nihilistas mal definidas, los Clash encarnan la renovación de un rock politizado: “Somos antifascistas, antirracistas y no-violentos, afirma Joe Strummer. Buscamos educar a los cabros que vienen a nuestros conciertos afín de impedir que se inscriban en el National Front, si la situación política empeorara”.

En algunas semanas, el álbum The Clash alcanza el duodécimo puesto de las mejores ventas.

Numerosos son los grupos que afirman a partir de ahora sus raíces proletarias y proponen un mensaje social.

Exit el punk mundano. Adiós, los desfiles de moda y las veladas Saint Laurent.

Los UK Subs, Chelsea o Sham 69 de Jimmy Pursey representan la irrupción de un rock comprometido, proletario, del cual emana una loca energía.

¿El punk se transforma en un movimiento político con contenido social?

Es la opinión del grupo Crass y de su principal animador, J.J. Ratner, alias Penny Rimbaud: “Los tarados que afirman que el punk proviene de grupos como los New York Dolls y que encontró su verdadera expresión en los Sex Pistols, están más perdidos que la cresta. (…) Al igual que el blues, el punk era la música del pueblo, hecha por el pueblo, para el pueblo”.

En la visión de Penny Rimbaud, el punk es un fenómeno social, auténticamente popular. No se debe percibir como una nueva tribu rock, sino como un modo de vida alternativo, en ruptura con la sociedad.

El deslizamiento semántico está próximo a producirse. Cuando Johnny Rotten chilla: “Soy el anarquista”, hace uso del término de manera vaga. En su boca, se entiende más bien “nihilista”. A la inversa, Crass confiere al punk un contenido verdaderamente político. Se lee a Mijaíl Bakunin, Piotr Kropotkin y Max Stirner. Los punks son las clases peligrosas que luchan contra el orden establecido, por la revolución comunista libertaria.

El colectivo existe desde 1972. Al comienzo no era sino una comunidad anarco-hippie, no-violenta y vegetariana. Los marginales anarcos se reconocieron sin embargo en la revuelta de las melenas azuladas.

En 1977, el lanzamiento efectivo del grupo Crass no trasluce ninguna contradicción. Crass defiende aún la no-violencia, el federalismo y la comida orgánica. Pero practica un punk rock primario, entre música y poesía sonora. Crass inventa el anarco-punk.

Desde su primer concierto, ofrecido en apoyo a unos ocupas del norte de Londres, Crass impone un estilo. Los músicos están vestidos de negro. Deseosos de romper con el imaginario de los rock stars, dejan la luz encendida en la sala cuando aparecen en escena.

La comunidad no se contenta con multiplicar los conciertos y sacar discos autoproducidos. Ella publica un espléndido diario de propaganda de maqueta dislocada, International Anthem, en el cual se expresan Penny Rimbaud, Joy de Vivre, Steve Ignorant, Phil Free, Eve Libertine, o la poetisa neoyorquina Annie Anxiety. El grupo se transforma en el símbolo de la intransigencia punk y la sigla de Crass se encuentra en la portada de muchas revistas, siguiendo el ejemplo de Toxic Graffiti.

(*) Extracto del libro de Christophe Bourseiller, Génération Chaos. Punk, New Wave, 1975-1981, París, Éditions Denoël, 2008, p. 129-132.

Generación Caos
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