Spoiler: no te irás al infierno.
Por equipo Chilepunk.cl / contacto@chilepunk.cl
“La abolición de la religión como ilusioria felicidad del pueblo, es la demanda de su verdadera felicidad” Karl Marx
Hace unos par de días, la prensa alemana publicó un artículo llamativo: “Iglesia Católica chilena: irrelevante y bajo el escrutinio público” (1). En el texto, explicaban cómo la Iglesia Católica ha perdido relevancia progresivamente en la sociedad chilena -principalmente- por su complicidad en los encubrimientos de abusos sexuales por parte de sacerdotes contra cientos de menores en Chile.
Las cifras son demoledoras. De acuerdo a la Red de sobrevivientes de abuso eclesiástico en Chile, al 31 de julio de 2020 se contabilizaban 360 denuncias contra distintos miembros de la Iglesia Católica (2).
Para muchos, quizás esto no es una sorpresa. Hace tiempo se percibe la secularización de la sociedad en Chile. Un par de décadas atrás, la iglesia ostentaba poder político, económico y social. De esa tríada, el poder económico es lo que menos se ha visto afectado y en ese ítem, la institución goza de salud plena (3).
Acá algunas cifras que respaldan esta percepción: en 1998 la encuesta CEP revelaba que al menos el 73% de los encuestados eran miembros de la Iglesia Católica. El Censo del año 2002 decía que la cifra era de un 70%. Y la misma encuesta CEP, pero del año 2018, mostraba una caída en el número de personas que se confesaban como católicos: 55%. (2)
Casi 20% menos que hace dos décadas. A pesar de este derrumbe, la presencia de la iglesia en el debate público sigue siendo intrusivamente relevante (4).
Actualmente, claro, la contingencia en los medios de comunicación no incumbe especialmente a la iglesia en medio de la pandemia y el estallido social que se desarrolla desde octubre pasado. Pero ¿qué pasaba hace un par de años cuando se discutía el proyecto de despenalización del aborto en tres causales? ¿O cuando se discutía la idea de legislar el matrimonio igualitario que, finalmente, se resolvió con la aprobación de Acuerdo de Unión Civil? Lo mismo cuando se habla de eutanasia, adopción homoparental y varios otros temas de interés para la sociedad civil.
Ricardo Ezatti y otros sacerdotes se paseaban por distintos medios emitiendo juicios sobre cada uno de estos proyectos. La religión está influyendo permanentemente en políticas públicas como la educación, la salud o la sexualidad.
Así, bajo el pretexto de representar a una inmensa mayoría, la iglesia se inmiscuye e interviene en el debate público. En este punto, aunque es altamente cuestionable, se podría argumentar que la iglesia es -aunque no nos guste- un actor dentro de la sociedad. Sin embargo, la gravedad se origina en que sus tentáculos se extienden más allá de las simples opiniones, porque a través de parlamentarios religiosos, esos que “legislan en nombre de Dios”, la iglesia entorpece y boicotea la elaboración de leyes que atentarían contra sus principios cristianos: matrimonio igualitario, ley de identidad de género, adopción homoparental, eutanasia y un sin fin de otros temas.
¿Qué hacer? La importancia de apostatar
No es raro que muchos de nostrxs hayamos sido bautizados según alguna religión que, sin embargo, no practicamos. “Da lo mismo”, pensamos. Pero esto favorece a la iglesia. Aprovechándose de la pasividad de muchas personas que figuran en sus registros y que no son practicantes, se presentan como una entidad representativa de la sociedad y, por lo tanto, como un actor válido en el debate público.
Y da lo mismo si no has ido en diez años a misa. Si estás bautizadx, entonces estás en los registros de la iglesia como un miembrx más.
Sin embargo, existe un método para acabar con este aprovechamiento. Una vía para dejar de pertenecer a las estadísticas que emplea la iglesia para influir en el debate público: la apostasía. Un trámite que se define según el canon 751 del Derecho Canónico como el “rechazo total de la fe cristiana”. Se trata del único trámite reconocido por la iglesia que permite salir de sus registros de manera oficial y voluntaria. Obviamente, no lo hacen fácil. Pero como ya dijimos, vale la pena.
Tomando como referencia la información publicada por la Asociación Escéptica de Chile (AECH) (5), que ha convocado a un par de apostasías colectivas en la pasada década:
- Lo primero que tienes que hacer es imprimir y llenar un documento de apostasía para entregarlo personalmente en la diócesis correspondiente al lugar de residencia. En el mismo documento tienes que adjuntar una fotocopia de tu carnet de identidad (por ambos lados).
- Después de un par de semanas, deberían llamar por teléfono y citarte a una conversación con un sacerdote. A esa cita tendrás que llevar tu partida de bautismo y el carnet de identidad. En AECH advierten que, si no son contactados en un plazo de dos semanas, lo recomendable es “llamar directamente al arzobispado, para conocer el estado del trámite de la solicitud de cada interesado”.
- Después de la conversación, donde el sacerdote intentará evitar que hagas la apostasía, tendrás que firmar un documento que se llama “Declaración formal de abandono de la fe católica”. Ahí se te advertirán los “problemas” que tendrás al abandonar el catolicismo: no podrás casarte por la iglesia o ser padrino en algún bautizo. Y una vez que tu solicitud sea aprobada, se notificará a la parroquia donde fuiste bautizadx para que agreguen una nota de apostasía a tu registro.
Y voilà. Si llegas a este punto estarás fuera de la iglesia.
Pero ojo. Si te arrepientes y sientes que el infierno se cierne sobre ti, siempre puedes dar un paso atrás y comunicarle a un párroco tu decisión de querer volver a la iglesia. El trámite de retorno es mucho más ágil que el de salida y el señor te estará esperando con los brazos (y sus bolsillos) abiertos.
Ahora sólo está en tus manos.
Fuentes:
(1) Deutsche Welle
(2) Red de sobrevivientes de abuso sexual eclesiástico en Chile
https://www.redsobrevivientes.org/post/mapa-abusos
(3) El Mostrador
(4) Centro de Estudios Públicos
(5) Asociación Escéptica de Chile
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