Por Paulo Gálvez S. / paulo@chilepunk.cl
Entre escupitajos y puteadas, Jorge González se peleaba con el público en una jornada a principios de los ochenta. “¿Qué quieren, hueones? ¿Escuchar a Led Zeppelin? ¡Eso murió hace mucho tiempo, marihuaneros retrógrados!”, gritaba desde el escenario al montón de chascones que no estaban ni ahí con escuchar a tres pendejos que no tocaban covers ni intentaban emular el “Hard Rock” tan popular por ese entonces entre la fanaticada criolla. Así, bajo una generosa lluvia de escupos, González y compañía dejaban el escenario en su segunda presentación bajo el nombre de Los Prisioneros. Cuentan las crónicas que 5 mil personas habían llenado ese día el Auditorio Municipal de San Miguel.
Esto no los desanimó. Ellos -especialmente Jorge- sabían que no había nada parecido en el Chile de esos tiempos. Algo que por primera vez se alejaba… se recontra alejaba de los que nunca quedaban mal con nadie.
Años más tarde en 1986, con dos discos a cuestas y siendo una banda reconocida en el medio local, González ironizaba en la revista “La Bicicleta” explicando que “nos sentíamos capos. Encontrábamos que las canciones de los grupos, no solo los chilenos, sino de todo el mundo, eran tan malas que era fácil hacer un conjunto”.
Sus letras eran diferentes y originales. A esto se sumaba que ellos eran tan insolentes, insoportables, cuestionadores y tan patudos que se autoproclamaban voceros de su generación. Eso se podía confirmar con solo presionar play en la casetera.
Los Prisioneros son la primera banda que me gustó en la vida. Después, en una sucesión lógica, vino el punk. Gracias a ellos descubrí The Clash y me di cuenta de las influencias que la banda de Joe Strummer había dejado en la música de los sanmiguelinos.
Como suele ocurrir en estos casos, soy de los que lamenta la vigencia que siguen teniendo las canciones de Los Prisioneros. Ellos también así lo han reconocido. De todos modos, cuando los vuelvo a escuchar descubro siempre que hay algo en su música que, a mi parecer, es súper punk. Entiéndase punk por esta idea de no tranzar y hacer lo que quieras cuando se te pare la raja. Y esto no viene precisamente porque dentro de sus influencias esté The Clash, porque también están muy presentes los Depeche Mode, New Order, Elvis o incluso Camilo Sesto.
Ningún disco de Los Prisioneros es igual al anterior y, aún así, siguen sonando como Los Prisioneros. Gracias a esa honestidad aún son recordados como el power trío rockero de San Miguel de sus inicios. Por eso, todavía podemos disfrutar canciones como “Muevan las Industrias” o “El Baile de los que sobran”, incluso olvidándonos de la instrumentación, las guitarras, los sintetizadores viejos. Por eso, Los Prisioneros nos pueden dejar imágenes tan memorables como ver al punk más destroyer de la ciudad, aferrado a su caja de vino, coreando “Estrechez de Corazón” como si su vida dependiera de ello. Por eso son esenciales Los Prisioneros. Por eso me gustan Los Prisioneros.
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